Tras la Primera Guerra Mundial, la situación en Europa era muy inestable. Las potencias
principales de tiempos anteriores; es decir, Gran Bretaña, Francia y Alemania
entraban en una decadencia económica. Todas
ellas estaban regidas bajo el “patrón oro”. Gran Bretaña, cuya economía se basaba
en la industria textil y siderurgia, perdió el puesto de primera potencia mundial
(convirtiéndose en la misma Estados Unidos), Francia vivió periodos de crecimientos
y declives económicos y, por último, Alemania
se encontraba en una profunda decadencia tras el impuesto Tratado de Versalles.
Ante tal situación en Europa, en Estados
Unidos la década de 1920 comienza con un periodo de gran prosperidad y
desarrollo económico. Tras la Primera Guerra Mundial se produjo un decenio de
crecimiento, principalmente en los sectores industriales y empresariales.
Además se convirtió en el principal acreedor del mundo y su influencia en
Europa era espectacular. A finales de la década, el crecimiento, que antes
estaba basado en la industria comienza a depender de la especulación, llegando
a intensificarse tanto que da comienzo a la más devastadora caída del mercado
de valores en la historia de la Bolsa de Estados Unidos y que dio lugar a la
Crisis del 29, también conocida como la Gran Depresión.El crac del 29 fue uno
de los hechos históricos sucedido más importantes del siglo XX, cuyas consecuencias
afectaron no solo al país afectado, sino al resto del mundo.
El conocido “jueves negro” tuvo lugar el
24 de octubre de 1929, el cual dio comienzo a la caída en la Bolsa de NuevaYork y con ella el Crac del 29.Con él se
dieron los primeros signos de verdadero pánico. El mercado abrió estable, con
pocos cambios de precio, pero alrededor de las once de la mañana, se vio
sorprendido por un número enorme de ventas procedente de todo el país. Durante
la hora siguientes, los principales índices cayeron en un 20%, mientras que RCA, que marcaba la tendencia de la especulación, se desplomó más del 35%. La interrupción en las comunicaciones en el país a
causa de las tormentas agudizó la sensación de pánico, y las líneas telefónicas
estaban tan colapsadas que muchos inversores no pudieron ponerse en contacto
con sus corredores de Bolsa. Los rumores acerca de la turbulencia del mercado
se extendieron rápidamente por la ciudad y a mediodía la multitud comenzaba a
concentrarse en Wall Street, pero el aspecto de aquellas personas no eran de
agitadores, sino que mostraban
incredulidad ante el desplome bursátil. Un poco después del medio día los
barones de Wall Street se reunieron y al poco tiempo salieron sin mediar
palabra con los periodistas. En cambio Thomas Lamont dio una improvisada rueda
de prensa en la que empezó diciendo “Ha habido un pequeño problema de ventas en
la Bolsa” con el fin de tranquilizar al mercado. Pero lo que no anunció fue que
los banqueros principales habían acordado crear un fondo común para mantener el
poder adquisitivo y sostener el precio de las acciones. A la una y media,
comienzan a realizarse órdenes de compra de enormes cantidades de acciones lo
que llevó a que el mercado se recuperara espectacularmente. A pesar de que las
acciones se habían visto favorecidas por las rápidas operaciones de rescate,
Lamont se reunió con los gobernadores para advertir que el apoyo de los
banqueros iba a ser limitado.
Como había previsto Lamont la calma duró
poco, pues al lunes siguiente la situación empeoro; y el 29, martes negro, las
pérdidas equivalían a las ganancias de más de un año y medio. Las bajadas
continuaron hasta el mes de enero cuando se tocó fondo.
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